“Les aseguro que si ustedes no comen la carne del Hijo del hombre y beben su sangre, no tendrán vida. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el día último. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”.
Juan (6:53-56)
Al pensar en un caníbal, suele surgir la imagen mental de un hombre —o una mujer— salvaje, violento y carente de racionalidad. Esta figura, cargada de prejuicios y tensiones simbólicas, comenzó a forjarse en 1492, cuando Cristóbal Colón llegó al Caribe y se encontró con una tribu indígena que, pese a su comunicación con señas y poco eficiente, intentaron advertirle de unos hombres que podrían atacarlos y, posteriormente, devorarlos. Aunque no pudieran comprobar la veracidad de estos relatos, la circulación de los mismos impulsó a la Corona española a la construcción de un imaginario del “bárbaro” devorador de carne humana, sujeto que recibiría el nombre de caníbal. Desde entonces, este motivo ha atravesado la narrativa universal como herramienta de supervivencia, metáfora del deseo o encarnación de lo monstruoso. En este artículo, me interesa centrarme en uno de sus enfoques más estrechamente vinculados con América Latina: el canibalismo como discurso de poder. Por ello, propongo un breve recorrido por algunas de sus manifestaciones literarias —cuentos y novelas— que, desde distintas épocas, revelan estructuras de dominación y violencia estructural.
Uno de los episodios más documentados que fortalecieron la imagen del caníbal en el imaginario europeo fue el del pueblo tupí, habitantes de la costa brasileña. Su práctica ritual del canibalismo no respondía al salvajismo irracional que promovía la mirada colonial, sino a una lógica simbólica devorar al enemigo era una forma de apropiarse de su fuerza. Este sistema ritual fue registrado por cronistas como Jean de Léry y Hans Staden, cuyas narraciones llegarían a Europa y serían resignificadas por Michel de Montaigne en su ensayo “De los caníbales” (1580). Allí, el filósofo francés desafía las nociones eurocéntricas de civilización y barbarie, al contraponer la supuesta brutalidad indígena con la hipocresía, la corrupción y la violencia del mundo europeo.

Décadas más tarde, el pensamiento sobre la antropofagia tomaría un giro radical con el Manifiesto antropófago de Oswald de Andrade (1928). En él, Andrade reinterpreta la figura del caníbal como una fuerza activa, capaz de absorber lo ajeno sin perder lo propio. El acto de “devorar” deja de ser símbolo de atraso para transformarse en un gesto de resistencia cultural. De este modo, la antropofagia se convierte en una propuesta política y estética para subvertir el dominio colonial y repensar la identidad latinoamericana desde sus propios márgenes. Esta perspectiva se resume con claridad en su frase más célebre: “Tupi or not Tupi, that is the question”. Frase que resulta más que una parodia de Shakespeare, pues propone una inversión de los valores del canon occidental.
Desde esta perspectiva de relectura, el canibalismo deja de ser solo un signo de barbarie o salvajismo para convertirse, en muchas obras hispanoamericanas, en un dispositivo narrativo capaz de revelar estructuras de poder, dominación y violencia estructural. A continuación, presentaré una serie de relatos y novelas en los que esta figura funciona como una herramienta para exponer relaciones coloniales, jerarquías sociales e incluso regímenes de control sobre el cuerpo.
«El informe de Brodie» (1970) – Jorge Luis Borges
En este relato, Borges nos presenta una tribu ficticia llamada los Yahoos. A través de una narración que alude a la crónica de un misionero, conocemos las prácticas “salvajes” de esta tribu, entre ellas, el canibalismo. El narrador, que posee una mirada claramente colonial, se siente incapaz de comprender lo que ve, pese a sus intentos de clasificar el horror que presencia. En este relato se pone en evidencia la necesidad de un discurso colonial que produce y reproduce una otredad salvaje, caníbal.
El entenado (1983) – Juan José Saer
Siguiendo la misma línea narrativa, en esta novela el protagonista es un joven aprendiz español es capturado junto a sus compañeros por una tribu indígena durante una expedición a territorios rioplatenses. Siendo él el único que sobrevive, ve cómo los hombres de su barco son devorados por esta tribu. Aunque horrorizado al principio, el joven aprendiz intenta comprender aquellas prácticas salvajes sin tener mucho éxito. Finalmente, después de muchos años de convivencia, es liberado y es en ese momento que puede ser capaz de contarnos su experiencia. En esta novela se cuestiona la figura tanto del caníbal como del colonizador. Por un lado, la tribu permite que este joven español viva, dándole una oportunidad de documentar sus prácticas culturales y contradiciendo el imaginario de caníbal completamente salvaje. Por otro lado, el colonizador, quien no sólo no logra dominar esta cultura, sino que es desestabilizado por la misma, siendo sólo capaz de transmitir aquello que vio.
«El eclipse» (1995) – Augusto Monterroso
Otro de los cuentos que propone una representación del caníbal como una figura inteligente, racional y compleja, lejos del estereotipo del ser puramente salvaje o bárbaro es «El eclipse». Aquí nos situamos nuevamente en el contexto de una tribu indígena que ha capturado a un monje español. Sin embargo, contrario a la pasividad del protagonista de Saer, este monje intenta salvarse de su muerte al utilizar sus conocimientos sobre el fenómeno de eclipse solar, dando por sentado que la tribu era ajena a este nivel de inteligencia científica. No obstante, es sorprendido al notar que aquellos nativos ya conocían de este fenómeno astronómico, siendo incapaz de escapar de su muerte. Si bien el canibalismo no se menciona de forma explícita en este relato, su presencia se insinúa entre líneas, dada la naturaleza ritual del sacrificio. En ese sentido, Monterroso subvierte la estructura de poder al atribuir a la tribu un conocimiento científico, despojando al saber de su tradicional función como instrumento de dominación.

Cadáver exquisito (2017) – Agustina Bazterrica
Finalmente, la obra más reciente que propone una mirada política del canibalismo es la novela de la argentina Agustina Bazterrica. Esta obra nos sitúa en un mundo distópico donde el canibalismo no solo es una práctica socialmente aceptada, sino también institucionalizada y promovida por el Estado.. Siendo que la carne humana es el único alimento para la supervivencia, se crean centros de crianza en donde se seleccionan estas “carnes especiales” aptas para consumo. A lo largo de la novela, observamos una forma de poder que es capaz de regular los cuerpos, dándoles valor y significación.
En conclusión, desde Borges hasta Bazterrica, el canibalismo en la narrativa hispanoamericana se consolida como una herramienta crítica capaz de desmontar discursos hegemónicos. Sea desde la ironía, la alegoría o la distopía, estas obras revelan cómo el acto de devorar —real o simbólico— permite pensar en profundidad las formas de poder que atraviesan lo cultural, lo político y lo corporal. En contextos marcados por la historia colonial, el caníbal ya no es solo el otro temido, sino también una figura que resiste y revela las lógicas ocultas de dominación.