El alma de Ayacucho en hilos: tradición, identidad y resistencia en cada puntada

Colorido, simbólico y profundamente arraigado en la identidad andina, el bordado ayacuchano es mucho más que una técnica textil: es una forma de narrar la historia de un pueblo. Desde sus orígenes ancestrales hasta su lugar en la moda contemporánea, este arte tradicional ha resistido el olvido y la violencia, convirtiéndose en una fuente de expresión, memoria y sustento para comunidades enteras.

Orígenes del bordado ayacuchano: herencia viva de un arte milenario

En el corazón de los Andes, donde las montañas resguardan secretos milenarios y las manos siguen el ritmo de la tierra, el bordado ayacuchano se teje como un lenguaje silencioso que atraviesa los siglos. Más que una técnica decorativa, es un símbolo vivo de identidad, memoria y resistencia cultural. Según el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social (MIMDES, 2007), el bordado ayacuchano tiene sus raíces en el distrito de Luricocha, ubicado en la provincia de Huanta, una zona donde aún perdura la costumbre de confeccionar a mano mantas multicolores mediante el arte del tejido y el bordado.

Ayacucho no lleva el título de capital de las artesanías peruanas por azar. Su tradición textil es profunda, y hunde sus raíces en la civilización Wari, cuyos conocimientos sobre el tejido han sobrevivido gracias al traspaso generacional. Los bordadores y bordadoras de hoy son herederos de un arte que comenzó a expresarse miles de años atrás, como lo demuestran hallazgos arqueológicos en sitios como Huaca Prieta o los Unku Wari, prendas que revelan una complejidad técnica y estética sorprendente para su tiempo.

En épocas antiguas, el tejido no solo vestía, también despedía. Los muertos eran envueltos en mantos ricamente bordados, cargados de símbolos geométricos, colores neutrales y naturales que hablaban de su entorno, su comunidad y su visión del más allá, sin la infaltable presencia de la lana y el algodón. Esta práctica dio lugar a un oficio profundamente espiritual, donde cada hilo podía contener una plegaria, un recuerdo o una promesa. Sin embargo, estas técnicas textiles se despedirían para dar paso a una transformación rica en colores y formas más estilizadas, influenciada por la colonización española.

La instauración del régimen colonial en los andes peruanos no significó la alteración de la tradición, pues los españoles reconocieron el potencial económico del tejido andino e introdujeron otras herramientas. Así, con instrumentos más sofisticados y ágiles para la elaboración de los productos textiles, las piezas comenzaron a adoptar formas curvas, colores llamativos, dibujos y estampados que distinguían flores, frutas, animales, corazones y otras dedicatorias.

Empleando el punto crespo como nueva técnica y el estambre de lana de origen vegetal o animal como insumo principal, los artesanos le dieron la bienvenida a nuevos tejidos como el Centro Huamanguino, una falda hecha con tela de gabardina necesaria para danzas, pasacalles y eventos sociales, cuya basta se destaca por los bordados con diseños variados y coloridos.

Significado y simbolismo en cada pieza

La iconografía del bordado ayacuchano está profundamente inspirada en la riqueza natural de los Andes. Sus principales protagonistas son elementos de la flora y fauna local, que cobran vida a través de hilos vibrantes. Entre todos los diseños, las flores ocupan un lugar central: se bordan en una explosión de colores y formas, desde pétalos en forma de corazón como los del crisantemo, hasta siluetas redondeadas como las del pensamiento y la retama, o más puntiagudas, como las de la dalia y el girasol.

Cada flor, más que un adorno, es un reflejo del entorno andino y de la sensibilidad artística que lo interpreta. Representan la conexión espiritual con la Pachamama (Madre Tierra), la fertilidad, la renovación constante de la vida y el vínculo sagrado entre la comunidad y su entorno. En cada pétalo se entrelazan la memoria colectiva, la identidad cultural y una cosmovisión que concibe a la naturaleza como parte vital del tejido social. Así, el bordado no solo adorna: comunica, protege y honra.

Entre los animales que suelen aparecer en los bordados ayacuchanos, las llamas ocupan un lugar destacado. Generalmente representadas en tonos marrones o blancos, estas figuras evocan no solo la vida rural andina, sino también el vínculo profundo entre el ser humano y sus animales de carga, esenciales para la subsistencia en la sierra. Otro motivo frecuente son las mariposas, que suelen posarse sutilmente sobre las flores bordadas. Sus delicadas antenas, con formas curvas y espiraladas, inspiran muchos de los trazos del diseño, aportando dinamismo y fluidez a la composición.

Además de la iconografía presente en los bordados, los colores empleados responden a un motivo en particular: una estética vibrante que toma como principal inspiración al arcoíris andino. Tradicionalmente, se emplean siete tonos fundamentales: rojo, anaranjado, amarillo, verde, celeste, añil, azul marino y violeta. Cada color no solo aporta vida y armonía visual, sino que también puede tener una carga simbólica relacionada con la naturaleza, la espiritualidad y la identidad cultural. En conjunto, los bordados reflejan una paleta que celebra la diversidad cromática del paisaje andino y la alegría resiliente de su gente.

El bordado ayacuchano en la actualidad

En la actualidad, el bordado ayacuchano ha trascendido su origen tradicional para convertirse en una expresión artística versátil, que se adapta a distintos contextos sin perder su esencia. Lo que antes decoraba únicamente mantas o prendas típicas, hoy también adorna bolsos, mochilas, sombreros, zapatos, cojines, y hasta prendas de vestir contemporáneas como blusas, faldas o chaquetas, muchas de ellas presentes en pasarelas nacionales e internacionales.

Este resurgir no solo responde a un interés estético, sino también a una mayor valoración del trabajo artesanal, del diseño con identidad y de la moda sostenible. Diseñadores peruanos y marcas independientes han comenzado a incorporar bordado ayacuchano en sus colecciones, creando colaboraciones con comunidades de artesanas y respetando los saberes tradicionales como parte esencial del proceso creativo.

El bordado se ha convertido en un canal de memoria y expresión. Muchas veces, los diseños no solo reproducen flores o animales, sino que cuentan historias, representan emociones o rinden homenaje a la tierra y a los ancestros. Así, el bordado ayacuchano sigue evolucionando, entrelazando el pasado con el presente, el arte con el territorio, y la tradición con la innovación.

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