En los últimos años, lo fantástico, lo gótico y lo siniestro también han cobrado protagonismo en el panorama literario latinoamericano. Autoras como Mariana Enríquez y Samanta Schweblin se han ganado, con justa razón, un lugar destacado dentro de esta corriente. A pesar del creciente número de publicaciones que abordan estas temáticas, ciertas voces continúan siendo escasamente visibilizadas dentro del panorama crítico y editorial. Por ello, esta nota se propone visibilizar la obra de una autora cuya escritura, de notable potencia estética y temática, aún no ha recibido la atención que merece por parte de la crítica ni del público lector: Giovanna Rivero. Me centraré en el cuento “La mansedumbre” , incluido en Tierra fresca de su tumba (2018), con el objetivo de despertar interés y contribuir a una mayor difusión de su obra.
Giovanna Rivero es una escritora boliviana nacida en Montero, Santa Cruz, en 1972. Estudió el doctorado en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Florida. Entre sus publicaciones tenemos Para comerte mejor (2015) y 98 segundos sin sombra (2016). Ha sido reconocida como uno de “Los 25 secretos literarios mejor guardados de América Latina” por la Feria del Libro de Guadalajara en 2011 y recibió el premio Dante Alighieri en Bolivia por su obra Para comerte mejor. Entre otros premios, Rivero ha ido construyendo un perfil destacado dentro de la narrativa contemporánea latinoamericana, particularmente en el marco de una corriente reciente conocida como gótico latinoamericano. El libro Tierra fresca de su tumba (2018) está compuesto por seis cuentos que abordan temáticas inquietantes, que van desde el canibalismo hasta la magia negra. He escogido el cuento de “La mansedumbre” puesto que, como menciona la autora en una entrevista para el canal Lee por gusto, está inspirado en hechos reales. A través de esta ficcionalización, Rivero consigue recuperar aquellas muertes injustas, desafortunadas, y les da un espacio en la literatura para resistir al olvido y cuestionar las estructuras sociales y culturales que permitieron tales violencias.

En “La mansedumbre”, Rivero se inspira en un hecho real que conmocionó a Bolivia: las violaciones sistemáticas cometidas contra mujeres y niñas en una comunidad menonita. Si bien este crimen ha sido documentado y ha generado algunas respuestas desde el periodismo y la literatura —como la novela Women Talking de Miriam Toews, basada en un caso similar en Canadá—, sigue siendo un tema escasamente abordado, especialmente en el ámbito latinoamericano. Para contextualizar, la comunidad menonita se rige por creencias cristianas estrictas y ultraconservadoras. En ese sentido, lo que más escandalizó al mundo no fue solo la magnitud de las violaciones, sino el consenso dentro de la comunidad para no condenar abiertamente un acto tan atroz, naturalizando el silencio y la impunidad.

Rivero retoma esta historia desde la ficción, alternando entre una narración en tercera persona y los recuerdos de Elise, la protagonista y agraviada. A través de estas voces intercaladas, logra profundizar de manera más íntima y perturbadora en los hechos. La posibilidad de concebir al hijo producto de una violación es rechazada rotundamente y narrada con un lenguaje crudo, pero estilizado. Elise debe soportar en silencio el rechazo de su comunidad y de su familia, quienes se ven imposibilitados de apoyarla o ir en contra de las tradiciones menonitas. Como consecuencia, son exiliados y terminan asentándose en otro lugar, donde entran en contacto con personas que, aunque no comparten su religión, creen en la Pachamama.
Este encuentro entre dos sistemas de creencias se convierte en el catalizador de una forma de “justicia”. Al escuchar la historia de Elise, es su padre quien se la relata a un “indio”, quien decide ofrendar al abusador a la Pachamama. Lo entierra vivo, en un acto ritual, frente a los ojos de Elise y su padre. Así culmina el cuento: con una venganza silenciosa, ritual y profundamente simbólica, donde la justicia no proviene del sistema, sino de la tierra misma. En este relato, Rivero evita el morbo y opta por un enfoque realista y crudo. A medida que avanza la lectura, el lector se sumerge cada vez más en una atmósfera opresiva, intensificada por el hecho de que la historia se narra desde la perspectiva de una niña. Lo cotidiano, marcado por la religiosidad extrema de esta comunidad, se convierte en el escenario perfecto para que surja el horror. Rivero construye a sus personajes enfrentándolos a dilemas morales complejos, sin ofrecer salidas fáciles ni redenciones completas.
Como este relato, Tierra fresca de su tumba (2018) condensa otros de igual profundidad e incluso horror. En estos cuentos, escribir no es simplemente narrar, sino desenterrar lo que ha sido enterrado —por la familia, por la sociedad, por la religión—. El sufrimiento no se presenta de forma abstracta, sino que se encarna en los cuerpos: cuerpos vulnerados, sometidos, expulsados o condenados al silencio. El cuerpo femenino, en particular, se convierte en el principal lugar de esta violencia. Rivero les devuelve la palabra a esos cuerpos silenciados y utiliza la literatura como un medio de denuncia. En conjunto, Tierra fresca de su tumba ofrece una literatura que incomoda, pero también que revela.
Referencias
Lee por gusto. (2023, agosto 5). Giovanna Rivero: literatura, vida y poesía [Video]. YouTube.